viernes, 25 de septiembre de 2009

Un "briatore" en el Mundial del 62

Por Miguel Bujalance
En un momento de luto para los defensores de los ritos playboyescos del italiano (me incluyo sin rubor), es justo recordar a otro Briatore de la competición futbolística. Con menos glamour, el arbitro brasileño Joao Etzel Filho manipuló un partido del mundial de 1962 a su antojo. Eso sí, no fue por dinero, ni para ayudar a los colombianos, sino por venganza. Mismo pecador para diferente pecado. Al menos no permitió que nadie se estrellara contra el larguero. Simplemente ayudó a Colombia a empatar a cuatro con la Unión Soviética impulsado por su odio atávico a la superpotencia comunista.

Colombia había comenzado el torneo perdiendo con Uruguay y necesitaba puntuar ante los rusos si quería pasar a la siguiente fase. La selección cafetera contaba con un equipo aseado, liderado por jugadores con apodos que parecen salidos del boxeo como Efraín El Caiman, Charol González, Cuca Aceras o Canocho Echevarry. Enfrente, la vigente campeona de Europa, con Yashin en la retaguardia. La primera parte del partido fue un paseo para el equipo rojo. El tres a cero parecía una losa demasiado pesada para los colombianos, cuando Coll todavía en el primer tiempo batió de vaselina a la Araña Negra.

El segundo tiempo recordó a los soviéticos la ira adormecida de Etzel Filho, que años más tarde reconoció que sus orígenes húngaros no perdonaban la dura represión que sufrió la nación de Puskas tras la invasión de 1956. La ayuda arbitral animó a los colombianos, que incluso marcaron un gol olímpico. Este juez paulista gozaba de un reconocido prestigio internacional, pero su sangre fue más espesa que su profesionalidad. "Yo empaté aquel partido. Soy descendiente de húngaros y odio a los rusos", llegó a declarar. Unos días antes había arbitrado el Yugoslavia-Uruguay, partido que concluyó con victoria balcánica, después de un festival de patadas de todos los colores.

El empate cafetero forma parte de la mitología de su selección. La trascendencia mediática fue tan grande que el presidente Guillermo León Valencia manifestó en un discurso: "Felicitaciones, compatriotas; fue un triunfo de la democracia sobre el totalitarismo". Desgraciadamente para él, Colombia caería ante los yugoslavos en el último partido del grupo y los enemigos de Etzel Filho seguirían en la competición.