Por Miguel Bujalance
El general Médici (en la imagen inferior) dirigía Brasil con mano dura en los denominados años de plomo de la dictadura militar. Eran días de paseillos y detenciones de ida y no de vuelta. La tentación perpetua de manipular la pasión pagana de una nación volcada con el fútbol se volvió de nuevo realidad. Siguiendo esta serie dedicada a las intromisiones de regimenes autocráticos en los campos de fútbol, el Brasil dorado vivió un hecho bochornocho. En 1969 la canarinha -que ya tenía dos títulos mundiales- preparaba su asalto al triplete en México con la seguridad que otorga el talento insultante.
El problema era simple: el presidente tenía un capricho. Quería que Darío, delantero del Atlético Mineiro, formara parte de la lista definitiva. Al otro lado de la polémica, el incombustible Joäo Saldanha, seleccionador y comunista. El fútbol y la historia son injustos en muchas ocasiones, cuando un hombre destinado a la gloria es desterrado al olvido por un golpe de mediocridad y envidia. Pero entre la lengua mordaz del seleccionador y las borlas y los tanques de un general es fácil saber quien gana.
La cólera de Médici fue incontenible cuando Saldanha declaró: "el presidente cuida de su ministerio, pero el hombre a cargo aquí soy yo". Horas después, el entrenador era cesado y sustituido por Zagallo. La fuerte personalidad de Saldanha no era flor de un día. Antes se había atrevido a enfrentarse con Pelé, al que acusó en un periódico de miope y de tener la cadera lesionada lo que hacía que su concurso mundialista estuviera en entredicho. Los líos que se han montado en España con Raúl provocarían la risa del bueno de Saldanha después de sus explosivas declaraciones. El ex seleccionador se defendería afirmando: "No soy un burro, ni tonto, ni tampoco optómetra". Lo dicho, un fenómeno.
Finalmente Darío fue al mundial a chupar banquillo. Bien es cierto que no era malo, al año siguiente conquistaría la primera edición del actual campeonato nacional de Brasil. La potencia física de Dario Dadá Maravilla y el ánimo presidencial llevaron al Atlético Mineiro a hacer historia por delante de clubes más distinguidos como el Flamengo, el Santos o el Botafogo. Sería elegido mejor jugador del torneo. Atrás quedaba un mundial en el que el fútbol de Rivelino, Tostäo, Jairzinho y el discutido Pelé se había cachondeado de las potencias europeas. Aquel entrenador se negó a aceptar una imposición cuando sabía que con ese equipo hasta un paquete como yo hubiera sido campeón del mundo. Un homenaje a este chulo genial.
Saldanha fue campeón, aunque viera la final por la tele.
miércoles, 20 de mayo de 2009
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