Por Miguel Bujalance
Cuando Corea del Norte ha amarrado su clasificación para Sudáfrica y su potencial mediático parece exclusivamente dedicado a imágenes de misiles, desfiles con un arsenal de cartón piedra y detenciones periodísticas, es un buen momento para recordar. Si su vecino hermano al sur del paralelo 38 es la referencia futbolística del continente asiático, el país más ignoto del mundo presume con razón de ser la sorpresa más épica de la historia de los Mundiales.
Su papel en Inglaterra'66 fue sencillamente extraordinario. Eran años de radios, de televisión elitista y emotivos desconocimientos. No había parabólicas ni maldinis. Por aquel entonces ningún periodista occidental era capaz de recitar un sólo nombre de la alineación de Corea del Norte. Ahora aquella selección acabaría haciendo un anuncio para Coca-Cola. ¡Bendita incultura futbolística que permitía descubrir a los aficionados magos de nombres impronunciables que llegaban, veían y jugaban!
Semanas antes del campeonato, los hijos del Gran Líder Kim Il Sung quedarían estupefactos por el cálido recibimiento capitalista de Middlesbrough. Venían de un país devastado por la guerra y amputado de esperanzas y territorios con una deriva estalinista que todavía hoy continúa. Su asombro era grande, al igual que su misión: había que defender al comunismo en la patria que vio a Karl Marx idear revoluciones mientras paseaba por el Museo Británico.
En lugar de narrar aquel milagro del colectivismo que supuso su victoria sobre Italia, es mejor ver el magnífico documental británico The game of their lives (2002, ver vídeo arriba) dedicado a la odisea norcoreana en la Copa del Mundo. La derrota azzurra por un 1-0 fue un drama nacional y los aficionados recibieron a su selección a tomatazos en el aeropuerto de Génova. Así se las gastan los italianos.
El milagro estuvo a punto de repetirse y el destino pudo plantar a la selección Chollima en semifinales, pero Eusebio lo evitó. Portugal remontaría los tres goles norcoreanos con una actuación portentosa del delantero del Benfica.
Jugadores como Pak Do Ik, Rim Jung Song o Pak Sung Jin tocaron la gloria para luego ser embutidos por el agujero negro de la historia del país hermético. Inglaterra ganó aquel Mundial gracias al buen hacer de Bobby Charlton y a las ayudas arbitrales, pero, sin duda, el marxista fútbol norcoreano impresionó a Occidente tanto como la toma del Palacio de Invierno.
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