Cada cierta cuchipanda o aperitivo con balón al fondo del debate, mi papá suele contar esta batallita: en los vestuarios de Las Gaunas vivían ratas como leones (por lo grandes y lo plácidas: ni inmutarse ante la presencia del ser humano). En vertical, de las humedades de las paredes saltaban audaces salmones y las taquillas tenían más mierda que un uñero. Lo cuenta con todo lujo de inmundicias porque de zagal, cosas de la mili años 50, jugó en el Logroñés. Luego, de árbitro, tuvo que guarecerse de una turba que pretendía lincharle tras haber pitado algún penalti dudoso o haber echado algún blanquirrojo por bocazas.
Por todas estas cosas, el Logroñes y su descascarillado estadio creció en mí con la nebulosa de lo mítico. Imaginaba roedores que redactaban el acta y cucarachas que colocaban las tarjetas, roja y amarilla, en el bolsillo correspondiente. Fantaseaba con arañas zancudas que te ponían la camisa en la percha y te dejaban el gel en la jabonera. Pensar en el olor a linimento y el vapor de una ducha que salía más caliente que en un campo de concentración me maravillaba, con jugadores como adanes que se revolcaban en aquella chocolatería. Y todo sucedía en aquellas Gaunas más desconchadas que mi amado campo del Moscardó, que el secarral del Boetticher y Navarro, en Villaverde, que el vivero del Cotorruelo a la sombra de San Viator en la Plaza Elíptica.
Con la rodillas más sucias que el expediente de El Vaquilla, me valía de monedas de cinco duros para hacer el contorno y recortar cromos. Elaboraba jugadores de papel que resucitaban embutidos en chapas, su nueva vida futbolística. Lo malo es que mi hermano mayor se había pillado para jugar a todos los clubes de campanillas, y yo me tenía que conformar con los llamados equipos ascensor: Cádiz, Mallorca, Hércules, Sabadell... Y Logroñés. A veces, le ganaba con los riojanos, a los que, pobrecitos, había metido en chapas que encontraba en la calle y en los bares, casi todas superdobladas por culpa de un nefasto abridor de botellas.
Con la rodillas más sucias que el expediente de El Vaquilla, me valía de monedas de cinco duros para hacer el contorno y recortar cromos. Elaboraba jugadores de papel que resucitaban embutidos en chapas, su nueva vida futbolística. Lo malo es que mi hermano mayor se había pillado para jugar a todos los clubes de campanillas, y yo me tenía que conformar con los llamados equipos ascensor: Cádiz, Mallorca, Hércules, Sabadell... Y Logroñés. A veces, le ganaba con los riojanos, a los que, pobrecitos, había metido en chapas que encontraba en la calle y en los bares, casi todas superdobladas por culpa de un nefasto abridor de botellas.
De botellas saben un rato en Logroño. Porque valgan estas líneas como recordatorio del recientemente fallecido Marcos Eguizábal, el bodeguero que situó al Logroñés en el mapa de la Liga. Seguro que tenía dejes de tirano agrícola, de opresor cateto y paternalista en una mezcla entre Gil, Fouto, Bernabéu y J.J. Hidalgo. Pero lo que es seguro es que ilusionó, emborrachó a lo suyos con gente como Lopetegui y Canales (récord de imbatibilidad), el pundoroso Tato Abadía, (el día de su presentación con el Atleti se hizo un lío con el peto que provocó que el Calderón se descojonara), la inmensa visión de Quique Setién, la puntería de Oleg Salenko (cinco goles a Camerún en USA 94), José Ignacio, Romero, Poyatos, Albis, Rubén Sosa, Manu Sarabia, Nayim, ¡¡¡el martillo zurdo Anton Polster!!!!...
También recuerdo las ostias en el pecho de Carlos Aimar, los barrizales, la calva de Lotina, las viejas porterías con las maderas interiores curvadas que sostenían las redes... Creo que el club está ahora en manos de un tal Juan Sánchez. Mucha suerte y que venga a poner, no a llevárselo. De momento, a salir del sótano de la Preferente, que tiene tela (nunca mejor dicho). Debe poner 350.000 pavos para tapar el boquete. Si no, a tomar vientos, desaparición, drama para 2.000 socios y una ciudad entera. Por favor, no más ratas en Las Gaunas, que si no la estrella judía de su escudo se apaga para siempre...
Hace unas temporadas, un colega de la universidad ejerció de jefe de prensa del Logroñés. La lástima es que el equipo no llegó a la liguilla de ascenso, se arruinó del todo y mi amiguete se tuvo que volver a Madrid perdonando dinero. Dice que aún así se lo pasó en grande, recogiendo a jugadores borrachos a las tantas, apagando fuegos con la prensa local y recordando conmigo, cerveza en mano, las paradas del ágil Canales, los goles bolcheviques de Salenko y aquel viejo patrocinio de Paternina por obra y vides de Marcos Eguizábal.
Hace unas temporadas, un colega de la universidad ejerció de jefe de prensa del Logroñés. La lástima es que el equipo no llegó a la liguilla de ascenso, se arruinó del todo y mi amiguete se tuvo que volver a Madrid perdonando dinero. Dice que aún así se lo pasó en grande, recogiendo a jugadores borrachos a las tantas, apagando fuegos con la prensa local y recordando conmigo, cerveza en mano, las paradas del ágil Canales, los goles bolcheviques de Salenko y aquel viejo patrocinio de Paternina por obra y vides de Marcos Eguizábal.
No olvidaré nunca la cara de desconsuelo de mi amigo Manolo debido a que su Sevilla del alma se paseaba por los campos de segunda, quién me iba a decir a mí que el glorioso atleti pasaría por lo mismo poco después , me intentaba convencer para que le acompañase a Logroño a ver a su amado Sevilla,¡¡que sí coño, que nos plantamos allí en un plis-plas!!, me comentaba entre caña y caña en la MARUJA.
ResponderEliminarSí, lo reconozco, no tuvo que insistir mucho para convencerme, los que me conocen dicen que me arranco a la mínima, los efluvios de la Mahou se encargaron del resto.
Con Loquillo y los Trogloditas de compañeros de viaje los 328 kilómetros que nos separaban de las Gaunas se nos pasaron más rápido que las ganas de suicidio de Coto Matamoros, vamos, en un suspiro nos encontrábamos apoyados en una tapia de las Gaunas retirando dos entraditas de fondo sur.
Aquel día el Sevilla ganó y dejó despejada su vuelta a primera, tan despejada como la cabeza de un Monchi que paró lo que no está en los escritos antes de sentar cátedra como director deportivo.
Desde aquí quiero dar las gracias a mi amigo Manolo, por que gracias a el puedo decir con orgullo que yo he gritado....¡¡GOOOOOOOOLLLLLLLL EN LAS GAUNAS!!.
Fdo:
Estornu2
Joder estornudo2 jajaja,se me ponen los pelos como escarpias al leer tu comentario.
ResponderEliminarQue tiempos locos aquellos en que "nada" nos importaba,ni las distancias,ni los destinos,quién jugara...,todo daba igual,
la cuestion era pasarse unas risas y,como no,posteriormente comentarlas en la barra de un bar con la "gente guapa",siempre acompañados ,como tú bien dices,de unas fresquitas cañas.
Aún recuerdo al entrar al campo, casi una hora antes,la cara de los pocos sevillanos, que habian entrado mucho antes de empezar el partido,al verte dirigir el cotarro de como se tenian que colocar las pancartas jajaja cual Biri llegado de tan lejos
para ver a su equipo.
"Quillo a mi er tío este no me zuena de ná" comentaban jajajaja,es broma,esto es cosecha mía para que os hagais una idea.
En fin que todo salió a pedir de boca,a mi gusto claro,pero la cuestión es,ya no el partido en sí,sino mantener siempre éstas anécdotas en la memoria y ente este momento me viene a la cabeza el título de una canción del Rey ( Loquillo claro ) que va como anillo al dedo como título para este comentario: "Cuando fuimos los mejores" ¿ no crees,perico,digoooo estornudo2 ?
Nos vemos
vaya dos, ja... que bonito comentar los viajes de largas distancias para ver equipos grandes a campos chulos e históricos, pero que pronto nos olvidamos de los desplazamientos por los campos de tierra, en invierno, nevando, lloviendo y a pleno sol también, de los equipos de tercera (ojala vuelvan), asi que a comentar esas batallitas a los pueblos y barrios de Madrid siguiendo al glorioso, así que... ya sabeis.
ResponderEliminarGena