Por Miguel Bujalance
El estadio del Tottenham Hotspur no sólo representaba a un club de gran solera en el fútbol británico, sino que además era el corpus deportivo de la comunidad judía. Fundado por estudiantes hebreos en 1882, los Spurs que deslumbrarían en los 60 con el passing game eran el escudo antisemita de un colectivo que vivía marginado en el deporte británico. La afrenta era mayor si se tiene en cuenta que tres meses antes del partido, el régimen nazi aprobaba en Nuremberg sus leyes raciales. Este enfrentamiento se puede considerar como uno de los primeros catalogados oficialmente como de alto riesgo.
La popularidad de Hitler en un pequeño reducto de la sociedad había desarrollado un notable germen fascista -que fue eliminado al inicio de la II Guerra Mundial- en Gran Bretaña. El gobierno puso todos los medios policiales necesarios para evitar manifestaciones filonazis. Por allí andaría Oswald Mosley, lider del fascismo inglés (no consta que aprobara desde el cementerio el vídeo a lo Leni Riefenstahl que realizó el año pasado su hijo Max, boss de la Fórmula 1, con varias prostitutas de fustas intermitentes), pero finalmente el encuentro se desarrolló sin incidentes con una clara victora local por 3 a 0.
Estadistas y diplomáticos humillarían de nuevo a su brillante selección tres años más tarde. Ante el miedo al rearme alemán, la anexión de Austria y la tensión en los Sudetes, se decidió jugar un partido de revancha en Berlín. Los ingleses fueron obligados a hacer el saludo nazi antes del pitido inical. El espíritu indecoroso de White Hart Lane ante un régimen que había desarbolado a una brillante generación de jugadores y periodistas deportivos de origen judío se reforzaba. Puede decirse que la guerra realmente se inició el 14 de mayo de 1938 ante más de 100.000 espectadores en el estadio olímpico.
Liderada por el gran Stanley Mathews, Inglaterra le metió seis goles a Alemania. La batalla de Inglaterra había comenzado. Por cierto, Mathews se alistaría un año después en la RAF, la fuerza aérea que dentendría la invasión alemana. Sesenta años despues, la cicatriz volvía a arder cuando durante un partido el portero australiano Mark Bosnich (Aston Villa), polémico por su verborrea de extrema derecha, saludó a los hinchas del Tottenham con la palma hitleriana.
martes, 14 de abril de 2009
La batalla de Inglaterra: nazis en el Londres judío
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