Por Paco Calvo
Si sólo puede quedar uno, ése es Rodrigo García Vizoso, el Christopher Lambert de esta historia. No es inmortal, pero acaba de cumplir 100 años. Descubrió a Luis Suárez. Entrenó a Arsenio, y por defenderle le echaron del Depor. Cena todos los días "un chorizo y una manzana". Pero la noticia es otra: bajo esa apariencia de Pepe Isbert galaico, tras ese rostro arrugado como una pasa, Rodrigo es el único tatarabuelo de la Liga.
La única persona viva que jugó el primer campeonato, en 1928. De portero. En el Dépor. Ahora están Messi, Casillas y demás. De los Messis de entonces, los del balón de correa y las casacas de atar, sólo queda uno: Rodrigo.
No se aleja de su bastón ni a tiros. No deja que le hagan las faenas del hogar: "Lo hago yo". No lleva móvil. Pero si llamas al Restaurante Los Ángeles (981 211 419), en el coruñés paseo de Orillamar, seguro que lo pescas. Pregunta allí por Manolete, un amigo suyo que también jugó en el Deportivo, y que preside el modesto Orillamar S.D. Manolete es algo así como el jefe de prensa de Rodrigo, un simpático vejete muy conocido en Coruña.
Su madre era cigarrera, su padre carpintero. Él empezó a trabajar de cerrajero. Eso fue al terminar la Primera Guerra Mundial. Hasta que a los 18 años entró en el Dépor, de portero suplente. Los campos eran barrizales, la correa del balón casi una navaja, pero Rodrigo no se arredraba. 76 paradas le llegó a hacer al Real Madrid en la final de la Copa de España de 1932, juran las crónicas. Quizás por eso le fichó el Madrid dos años después, para suplente del mítico Ricardo Zamora. Y de ahí al Granada, y...
Y la Guerra: 34 meses en el frente. Después, entre la miseria, se empleó en una fábrica de armas, y acabó convirtiendo el equipo de la fábrica en el Deportivo Juvenil. Años después entrenó al Dépor en Primera, guerreó por Arsenio, se topó con Luis Suárez y bla, bla, bla...
¿Es el fútbol actual el mismo deporte al que jugó este carcamal de la imagen? Pero es que... ¿es la vida la misma que vivió Rodrigo García Vizoso? Él, por si acaso, sigue sin subir ni bajar la escalera.
La única persona viva que jugó el primer campeonato, en 1928. De portero. En el Dépor. Ahora están Messi, Casillas y demás. De los Messis de entonces, los del balón de correa y las casacas de atar, sólo queda uno: Rodrigo.
No se aleja de su bastón ni a tiros. No deja que le hagan las faenas del hogar: "Lo hago yo". No lleva móvil. Pero si llamas al Restaurante Los Ángeles (981 211 419), en el coruñés paseo de Orillamar, seguro que lo pescas. Pregunta allí por Manolete, un amigo suyo que también jugó en el Deportivo, y que preside el modesto Orillamar S.D. Manolete es algo así como el jefe de prensa de Rodrigo, un simpático vejete muy conocido en Coruña.
Su madre era cigarrera, su padre carpintero. Él empezó a trabajar de cerrajero. Eso fue al terminar la Primera Guerra Mundial. Hasta que a los 18 años entró en el Dépor, de portero suplente. Los campos eran barrizales, la correa del balón casi una navaja, pero Rodrigo no se arredraba. 76 paradas le llegó a hacer al Real Madrid en la final de la Copa de España de 1932, juran las crónicas. Quizás por eso le fichó el Madrid dos años después, para suplente del mítico Ricardo Zamora. Y de ahí al Granada, y...
Y la Guerra: 34 meses en el frente. Después, entre la miseria, se empleó en una fábrica de armas, y acabó convirtiendo el equipo de la fábrica en el Deportivo Juvenil. Años después entrenó al Dépor en Primera, guerreó por Arsenio, se topó con Luis Suárez y bla, bla, bla...
¿Es el fútbol actual el mismo deporte al que jugó este carcamal de la imagen? Pero es que... ¿es la vida la misma que vivió Rodrigo García Vizoso? Él, por si acaso, sigue sin subir ni bajar la escalera.
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